lunes, 29 de noviembre de 2010

Valparaíso: Cementerio en las alturas

Los viajeros caen (caemos) con frecuencia en ciertos clichés al momento de conocer una ciudad nueva: visitar la plaza central, la casa de gobierno (si es que se encuentra allí), algún buen museo, un restorán con historia y buenos platos. En mi caso, se agrega un lugar más: el cementerio.

Puede parecer un poco extraño que alguien que se encuentra de paseo quiera conocer un lugar que puede llegar a ser tan triste e incluso desagradable. Sin embargo, para mí los cementerios son un espacio clave para poder conocer un poco más de la historia verdadera de la ciudad, esa que uno no descubre si sólo va a los monumentos más emblemáticos y turísticos.

Hace mucho tiempo que Juan y yo queríamos conocer el Cementerio de Valparaíso, pues en nuestras visitas anteriores no habíamos tenido tiempo de pasar por ahí. Pero esta vez guardamos unas horas de la tarde especialmente para visitarlo. Llegamos preguntándole el camino a los transeúntes, comenzando a subir por la avenida de un empinado cerro, en el cual nos encontramos con los típicos murales y escaleritas que caracterizan a la ciudad-puerto. 



Al llegar a la imponente fachada de la necrópolis, nos sorprendió que frente a ella estuviera la excárcel de la ciudad. Montones de casitas encaraban con sus ventanas a la cárcel y cementerio. Increíble que haya gente que por sus ventanas vea día a día esos dos lugares. Lo bueno es que en el espacio de la cárcel actualmente están construyendo un parque, que ojalá le brinde más alegría al barrio.


 Si se fijan en esta foto, al fondo se ven los muros de la excárcel 
y las máquinas que comienzan a construir el nuevo parque.

Entramos rápidamente al cementerio, pues en una hora más cerraban sus puertas. A pesar de lo pequeño que es, encontramos muchos detalles que llamaron nuestra atención. Por ejemplo, la mayoría de las estatuas del lugar no tenían cabeza, lo cual acompañado del nublado atardecer, le daba un toque espeluznante al lugar, mezclado con desolación y abandono. Seguimos caminando, y detrás de un pequeño muro encontramos un ataúd destrozado. De terror.  


 Un detalle que me pareció sumamente interesante, fue el hecho de que la mayoría de las tumbas del lugar daban cuenta de la gran cantidad de migrantes, propias de un puerto: los apellidos en italiano y los escritos en alfabetos orientales y árabes en las tumbas, daban cuenta de ello.

Lamentablemente no se podían tomar fotos en el lugar, pero logré captar estas tomas cuando el guardia nos dejó solos por un momento.

¡La vista desde el cementerio es espectacular!
Nótese al fondo la Esmeralda en pleno mar.

Las imágenes fueron tomadas por mi en Valparaíso, en septiembre de 2010.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Bogotá: Las flores de Simón Bolívar

Uno de los primeros paseos que realicé en mi visita a Bogotá, fue ir a la quinta de Simón Bolívar. Este importante personaje se encuentra rodeado de misterio e historias, y sus distintos retratos (en los cuales siempre sale distinto) siempre han llamado mi atención.

Sin embargo, en esta ocasión no hablaré de historia, sino del jardín de la quinta de Bolívar. Ni siquiera la maravillosa casa logró llevarse mi atención completamente, pues antes de entrar a ella, ya estaba absolutamente maravillada con el verdor y frescura de ese gran patio.



  Entrada a la quinta

Lleno de flores y árboles gigantes, la quinta cuenta con varios caminitos que llevan a piletas y rincones ocultos, entre flores y arbustos preciosos. A un costado de la casa hay un huerto en el que se cultivan distintas hierbas. Más allá, una “poza” en la que Bolívar se daba sus baños, y sobre ella, una especie de terraza en la que se puede admirar todo el jardín y las copas de los árboles.







Con Juan (quien sacó algunas de las fotos que aquí les dejo) nos sentamos allí, imaginando cómo sería la quinta hace unos siglos atrás. Dejamos de lado los ruidos de los automóviles que pasaban a unos metros, el lejano edificio que asomaba entre unas hojas.

Lástima que el señor Bolívar haya estado muy ocupado para dedicarse a disfrutar su floreado jardín. Esa tarde nosotros nos deleitamos por él.



P. S.: Les dejo de regalo extra unas fotos del interior. Corresponden al dormitorio de Bolívar (nótese la espada) y una reconstrucción de lo que habría sido el comedor.


 Todas las imágenes fueron tomadas por mi pololo y yo, 
en Bogotá, Colombia, en febrero de 2010.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Buenos Aires: Amor arquitectónico

Debo declarar que soy una fanática de las ciudades, y que para mí, los edificios son como el símbolo de la urbe. Es por eso que cuando llegué a Buenos Aires me volví loca con tanto edificio antiguo tan bien conservado. Parecía que cada uno era un lienzo gigante, lleno de detalles maravillosos.



Mientras me perdía por las calles, pensaba que tal vez así era Europa (ideas que uno se hace de Europa sólo mirando fotos), donde todo lo que uno mira es hermoso: el cielo perfectamente nublado, las inmensas avenidas, las misteriosas callecitas, los hombres y mujeres guapos, los edificios llenos de detalles. Sobre todo los edificios llenos de detalles.



Imposible caminar por las calles de Buenos Aires y no recordar a “Las crepusculares” de la crónica de Alfonsina Storni: en ella se cuenta sobre las mujeres que van por la vía pública sintiéndose reinas, pues van a comprar a las tiendas de lujo donde se venden productos de primera calidad. Pero no sólo mujeres elegantes llegan a estas tiendas: toda aquella que desee puede entrar a mirar y soñar. Así me sentía yo: como la costurerita o la dactilógrafa que recién había salido del trabajo y que se deleitaba por primera vez mirando los luminosos escaparates que le hacían soñar que estaba más allá del océano Atlántico.



 Las fotos corresponden al año 2008, y fueron tomadas por mí. 
En una de ellas aparece mi prima Laura, con quien realicé este viaje.